Entre el Bosque y la Selva





Siempre encontré tan poco peculiar vivir en Ancud, que no le veía mayor diferencia al resto del mundo, es decir, me creía cualquier mortal que vive en una ciudad distinta y listo. Sin embargo, siempre creí lo bueno que era habitarla, yo soy de allá y no hay nada que me despegue de esa posición, al parecer la humedad del sur hace crecer más fuerte las raíces. Diecisiete años en el mismo lugar y hasta la misma casa no son en vano. El no comparar demasiado la vida de mi ciudad con la de otra, hizo que el cambio brusco me haga repudiar cada mínima conducta, olor, suciedad, calor, etc. de esta ciudad, Santiago. Si bien la vida no me cambió tanto y seguí con mi personalidad bastante estable, me posicioné en un espacio donde soy observadora y a la vez puedo pasar desapercibida.


No me impresionan las magnitudes de la ciudad, mas no comprendo cómo teniendo muchas más posibilidades de desarrollo, Santiago no logra ser lo que sus habitantes desean. La frustración la respiro en los paraderos, donde deambula la mayoría de la población. Me escindo de ellos porque yo no la siento, tengo una parte de mi esencia en otro lugar, lo que funciona mejor que un calmante, psicólogo, terapia alternativa o yoga. Me hace sentir que cuando el hombre más tiene, menos sabe qué hacer con ello. Mies van der Rohe tendría la frase correcta para definir lo que necesita Santiago: Menos es más. Sin embargo, el desorden ha sido parte de su identidad, la cual existe y no como quienes creen que la Capital de Chile no la tiene, esa selva es la identidad.

Entre las dos formas de fundar las ciudades, como decía Maquiavelo (según lo leído en la Ciudad Abandonada), o por hombres nacidos en los lugares donde se construyen, o por forasteros, Ancud y Santiago poseen el mismo origen: por forasteros. No obstante, se diferencian en el objetivo, Pedro de Valdivia fundó Santiago con el fin de hacer una ciudad, al parecer, con una decisión apresurada donde el Mapocho quizás le dio confianza. Mientras que Ancud fue la continuación de Chacao, sector que no servía para el combate, por lo que la ciudad que se necesitaba fue estratégicamente armada en el Golfo (ahora Golfo de Ancud), para fines militares. Es aquí donde pienso que soy más felíz en la ciudad armada estratégicamente y al parecer más pensada y meditada por don Carlos de Berenguer que por la fundada para colonizar de Pedro de Valdivia. Aún así agradezco infinitamente esta selva santiaguina “valdiviana”: la rapidez inútil me da risa, la suciedad me hace apreciar la limpieza de mi ciudad, las malas actitudes de las personas en momentos de estrés me hacen sentir controlada, en fin. Santiago me sube el ánimo. Sin olvidar todos los espacios que se dan para los distintos gustos, desde la feria hasta el mall: lo disfruto, lo camino, lo observo, lo comparo y lo odio.

Ancud es mi esencia, mi casa, mi sintonía. Cuando paseo por su pequeño centro puedo saludar a unas diez personas en un paseo, en Santiago quizás vea a alguien que al parecer vi en alguna parte. Es decir: nadie me conoce, así que hago lo que quiero. Eso hace disfrutar más los detalles, las esquinas, la comida, los negocios; pero a la vez más sola. Cuando salgo a caminar en Ancud, veo lejos el centro de mi casa, y lo recorro en veinte minutos. En Santiago, veo las cosas cerca, estoy en el metro y a la vez en todos lados, recorro el centro en unas horas y no me quejo. Las proporciones han cambiado, pero mis ojos se adecuaron. Mis pies se hicieron más resistentes, mi piel soporta mejor el calor y a la vez gozo de la lluvia, me río de las señoras con sus paraguas y de la sorpresa de mis compañeros al verme actuar de forma extraña frente a las inclemencias del tiempo. Pero en el sur me quejo que no para de llover y de por qué los malditos paraguas siempre se me rompen. Aquí no como pescado frito, ni mariscos, me dan desconfianza, allá puedo comer hasta decir basta. Aquí me agrada el concreto intervenido con creaciones juveniles, en Chiloé me molesta. Aquí crítico la gráfica, allá la armo de nuevo.

Soy feliz y me quejo en ambas partes, estoy en una y necesito de la otra, pero aun así Santiago me ha hecho ser más chilota.

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